Capítulo 5: La revolución permanente hoy

Posted by Socialismo Revolucionario On domingo, 29 de marzo de 2009 0 comentarios

Nos habla de las nuevas políticas del imperialismo, de los problemas nacionales y étnicos, de la cuestión de los derechos democráticos, de los problemas de la lucha por el socialismo en diversos países, incluidos los países semicoloniales. La última evolución de la teoría de la revolución permanente se produjo en los años veinte del siglo pasado, en las polémicas con la Komintern. Pero la Komintern era una fuerza de masas en el panorama internacional, la clase obrera era fuerte y, al comienzo de la década, había tenido lugar la conferencia de Baku, donde la Tercera Internacional no sólo formuló un análisis de la situación sino también una estrategia para alternativas políticas coloniales y semicoloniales. Hoy nos encontramos con que la presencia de socialistas y marxistas revolucionarios es débil en la clase trabajadora. ¿Cómo podrían funcionar las políticas de la revolución permanente? ¿Cómo se puede contestar a las cuestiones políticas y aplicar el socialismo como alternativa al terrorismo? En general, es una cuestión de políticas. ¿Cómo se transforma la lucha contra el terrorismo? A principios del siglo XX existía una Internacional fuerte con secciones grandes. En los años veinte y treinta, teníamos una Internacional degenerada. Hoy la situación es muy diferente. ¿Cómo funciona la revolución permanente a día de hoy?



La teoría de la revolución permanente tiene más de 100 años. En un libro publicado recientemente, se recoge un debate entre distintos marxistas académicos acerca de esta teoría, en apoyo a las ideas de Trotsky, pero, en mi opinión, aplicado de forma muy general y abstracta a circunstancias que no se corresponden con lo que Trotsky estaba queriendo decir. La teoría de la revolución permanente se refiere, en realidad, a la revolución en un país subdesarrollado con tareas precapitalistas aún por completar. La revolución democrático-burguesa en el mundo neocolonial no puede llevarse a cabo completamente sin que el proletariado lidere a las masas de pobres y campesinos. Una vez ha alcanzado el poder, el proletariado ha de proseguir con las tareas socialistas de la revolución, tanto en el plano nacional como internacional. Esa teoría, en nuestra opinión, es aplicable hoy en día al mundo subdesarrollado. Podría decirse que, incluso en algunos países semidesarrollados, existe un elemento de la revolución democrático-burguesa que aún no se ha llevado a cabo; por ejemplo, en lo tocante a la cuestión nacional, de la que hablábamos antes. Esta tarea – la solución de la cuestión nacional – sólo puede comprenderse y consumarse mediante la aplicación de la teoría de la revolución permanente.



Debido a la ausencia de un polo de atracción de clase obrera revolucionaria, poderosa y fuerte, en el período posterior a 1945, se ratificó la teoría de la revolución permanente, por ejemplo, en los casos de China y Cuba, pero de una forma caricaturizada, no según el esquema clásico establecido por Trotsky. Esto también es muy aplicable al mundo neocolonial de hoy. La teoría de las etapas, defendida originalmente por los mencheviques, luego por los estalinistas, y actualmente por una variedad de organizaciones del mundo neocolonial, entra en conflicto con la idea y el programa de la revolución permanente.



Esta sigue conservando su validez en países como Sri Lanka, donde la revolución democrático-burguesa todavía no se ha llevado a término, en lo referente a la cuestión nacional, por ejemplo. Nigeria es un poco diferente porque, en materia territorial, existen, no ya elementos precapitalistas, sino tribales, que son pre-feudales, así como elementos feudales en la agricultura. En Nigeria, tenemos la esencial y explosiva cuestión nacional. La clase trabajadora es la única capaz de resolverla, y esto es un asunto programático. Es un problema enorme en Nigeria, y las cuestiones religiosas y étnicas son también muy complicadas. Todos estos problemas sólo pueden resolverse no partiendo de este o de aquel grupo étnico, sino con la clase obrera en general actuando como movilizadora de las masas campesinas y rurales. Ésta es la idea clásica de la revolución permanente en el mundo subdesarrollado.



En Sri Lanka se cuenta con la poderosísima tradición histórica del partido Lanka Sama Samaja Party (LSSP). Junto con Bolivia y Vietnam antes de 1945, éste es un excelente ejemplo de un partido trotskista capaz de implantarse en la clase obrera y, a su vez, afectar a la población rural. El LSSP fue el primer partido fundado en Sri Lanka, ¡no sólo el primer partido de trabajadores! El Partido de la Unidad Nacional (UNP) y el Partido de la Libertad de Sri Lanka llegaron más tarde. El LSSP halló un gran eco entre la clase trabajadora. No comenzó en las áreas rurales sino entre la clase obrera, y recabó una respuesta en las áreas rurales; siempre tuvo un apoyo entre los granjeros y campesinos. En 1953, organizó un movimiento en las ciudades, una huelga general complementada por un movimiento en las áreas rurales mediante el hartal, una forma de lucha importada de India que abarca toda la isla. Esto fue un clásico ejemplo de la revolución permanente en acción. Marx escribió sobre un movimiento de la clase obrera, proletario, en las ciudades, complementado por la ‘segunda edición’ de la Guerra de los Campesinos (de Alemania en el S. XVI). El hartal fue una huelga de los obreros y campesinos de toda la isla, aunque por el tiempo limitado de un día. Este magnífico movimiento preparó el terreno para la derrota electoral del UNP en 1956.



Las revoluciones en China, Cuba y Vietnam fueron ejemplos de la teoría de la revolución permanente, no en su forma clásica, sino en una versión distorsionada. La esencia de la teoría de Trotsky de la revolución permanente no consistía únicamente en que la burguesía no podría acometer las tareas de la revolución democrático-burguesa. La clase obrera podría resolver esas tareas, pero sólo un partido revolucionario consciente, como los bolcheviques, sería capaz de liderar a la nación, es decir, a la mayoría de los trabajadores y los campesinos, en la realización de las tareas democrático-burguesas, y proseguir con las tareas internacionales, planteando la cuestión del socialismo a escala internacional. El eslogan original de Lenin rezaba ‘dictadura democrática del proletariado y los campesinos’. No estaba seguro sobre quién dominaría en la alianza, el campesinado o la clase obrera. Sin embargo, en sus Tesis de Abril, publicadas en abril de 1917, manifestó definitivamente su coincidencia con la postura de Trotsky. Pero incluso su teoría previa explicaba, en efecto, que la ‘dictadura democrática’ provocaría una revolución internacional que, a su vez, vendría en apoyo de la Revolución Rusa.



En China, la revolución clásica de la clase obrera de 1925-27 fracasó por culpa del papel de Stalin y sus simpatizantes chinos. Las guerrillas de Mao Zedong en el campo fueron el eco de esa derrota. El ‘Partido Comunista’ liderado por Mao, tal como se acepta ahora de modo generalizado, no era una fuerza bolchevique o marxista consciente. Se trataba, en realidad, de un ejército de campesinos al estilo de China, donde ejércitos campesinos habían luchado, derrocado a los terratenientes, entrado en las ciudades y creado una nueva dinastía. Por tanto, el ciclo empezaba de nuevo sin que se hubieran resuelto los problemas subyacentes. En China, entre los años 1927 y 1944, y luego hasta 1949, el latifundio y el capitalismo chino habían mostrado su total bancarrota bajo Chiang Kai-shek. Rendida ante el imperialismo japonés, China se dividió en los feudos de los diferentes señores de la guerra y no había salida hacia adelante. Entonces fue cuando este ejército campesino de ex-comunistas tomó el poder – utilizaban la terminología del marxismo pero no seguían la tradición de Lenin, Trotsky y los bolcheviques, una fuerza obrera consciente.



Existe un gran debate entre los sinólogos, incluso entre aquéllos con tendencias trotskistas, en el que algunos sostienen que los trotskistas cometieron un error en China. Tenían que haberse ido al campo y unirse a Mao. Yo no estoy de acuerdo con esa opinión. Históricamente, el acercamiento al campesinado por parte de los marxistas se realiza, en primer lugar, mediante el apoyo en el seno de la clase obrera. Porque la clase obrera está ligada al campesinado; así es como encuentra un puente a las masas rurales. Ésa fue la postura de Lenin y Trotsky en la Revolución Rusa. Trotsky decía que el ‘Ejército Rojo’ de Mao era un ejército campesino. Vimos la mentalidad de un ejército campesino en la Revolución Rusa y en la guerra civil. Makhno y las milicias anarquistas, que se quedaron entre los Rojos y los Blancos, eran hostiles a los Blancos porque representaban a los terratenientes. Pero también se enfrentaron a los Rojos porque representaban a la “ciudad” y la clase obrera, y eran percibidos como una amenaza para los campesinos, especialmente para los campesinos ricos.


Trotsky planteó una cuestión en relación a China: ¿no sería lo más probable que, si Mao ganase y entrase en las ciudades, entonces su Ejército Rojo podría entrar en colisión con la clase obrera, que podría empezar a levantarse y formar sus propias organizaciones, con soviets y demás, como hicieron entre 1925 y 1927? Trotsky era muy perspicaz, porque cuando Mao estaba a punto de entrar en las ciudades, el Ejército Rojo imprimió panfletos en los que exhortaba a que nadie hiciera huelga – quien tomara una postura independiente se toparía con la represión. Esto fue un típico liderazgo bonapartista basado en un ejército campesino, con un temor expreso al movimiento independiente de la clase obrera. No hubo ninguna verdadera convocatoria comunista, trotskista o marxista para llamar a la clase obrera a apoyar a los campesinos.



Trotsky previó que el Ejército Rojo podría entrar en las ciudades, colisionar con la clase obrera, y, en tales circunstancias, se formaría una nueva dinastía y el ciclo comenzaría otra vez desde el principio. Pero no ocurrió de ese modo. A causa de la quiebra de los terratenientes y el capitalismo, existía un enorme vacío. Mao entró en las ciudades e hizo equilibrios entre las diferentes clases. Inicialmente, no se pronunció por un estado ‘socialista’ o un estado de los trabajadores, ni nada parecido. De hecho, él hablaba de una ‘democracia nacional’, que incluyera a sectores de la burguesía nacional. Chiang Kai-shek, su ejército, los capitalistas y los terratenientes huyeron. No había ninguna otra fuerza armada, y Mao seguía moviéndose entre las clases. Mao empezó donde Stalin había terminado al crear desde el principio un estado estalinista. Prosiguió, durante un período, con la liquidación del latifundio, comenzó a tomar la industria, y creó un estado de obreros que estaba ‘deformado’ desde el principio. No había soviets u otros elementos de democracia obrera. Sin embargo, esto era un ejemplo de la revolución permanente, pero caricaturizado. De manera similar, el estalinismo hizo lo mismo, en cierta forma, en Europa del Este, aunque con algunas diferencias importantes. Se creó un estado estalinista desde el principio. Esto significaba una economía planificada pero con un régimen unipartidista. Los trotskistas en China fueron encarcelados -algunos permanecieron en prisión 20 ó 30 años-, pero la Revolución China fue una corroboración de la teoría de la revolución permanente, en el sentido de que el latifundio y el capitalismo en el mundo neocolonial no pueden solucionar los problemas de la revolución democrático-burguesa, ni siquiera en la era del imperialismo.



En algunos países, como Japón, la revolución democrático-burguesa se ejecutó desde arriba bajo la ocupación imperialista. En Japón, el general estadounidense MacArthur llevó a cabo una reforma agraria que acabó con los restos del feudalismo. Esto se hizo con el objetivo de desarrollar a Japón como bastión contra el estalinismo chino. Lo mismo ocurrió en Taiwán. Chiang Kai-shek no pudo llevar a cabo la reforma agraria en China, dependiendo como dependía de los terratenientes, pero en Taiwán expropió a los terratenientes y capitalistas locales taiwaneses, y en el proceso sentó la base de una estructura capitalista desarrollada.



La teoría de la revolución permanente se volvió a ratificar en el caso de Vietnam. Aquí se trató de una clara lucha de liberación nacional basada en el campesinado, pero, de nuevo, ¿por qué desembocó en una revolución social? Porque no había salida hacia delante sobre la base del capitalismo en Vietnam. Cuando el Frente de Liberación Nacional – el Vietcong – llegó al poder, se reunificaron el Norte y el Sur. Sacaron adelante la reforma agraria, establecieron un estado obrero. Sin embargo, más tarde, el nuevo régimen empezó a introducir elementos del capitalismo en Vietnam. De cualquier modo, en un primer momento, se materializó la teoría de la revolución permanente, pero de una forma distorsionada.



Cuba fue un caso similar, pero ligeramente diferente debido a los orígenes de la Revolución Cubana. No voy a entrar ahora en todos los detalles, ya que lo hemos hecho en nuestro libro. Cuando Fidel Castro y Ernesto Guevara se hicieron con el poder, al contrario de lo que él dice hoy, Castro no era un marxista. Su modelo era Estados Unidos. ¡Luego ha dicho que esto era una maniobra! Que era para confundir al imperialismo estadounidense. El Che Guevara tenía una tradición de partido comunista, y también Raúl Castro, pero no Fidel Castro. Inicialmente, la revolución se basó en la guerra de guerrillas de un reducido grupo. Las guerrillas no eran un movimiento de la clase trabajadora; se sustentaban en las masas rurales. Solamente una vez que la Revolución Cubana hubo triunfado, en el sentido de que Batista ya estaba huyendo, las masas de La Habana organizaron una huelga general. Fue un ‘estado obrero deformado’ de lo más peculiar, en el sentido de que estaba, al principio, fuera de la tradición estalinista, lo cual no fue el caso de Mao. Cuba era un desarrollo completamente nuevo. Había elementos de control obrero, y Castro y Guevara gozaban de una enorme popularidad. Derivaron, poco a poco, hacia la expropiación del capitalismo cubano y el imperialismo estadounidense.



Sudáfrica

En los años setenta y ochenta, la izquierda revolucionaria en general decía que sólo había una salida para Sudáfrica. Se daban las mejores condiciones para ratificar la revolución permanente. Luego, el proceso no confirmó esta teoría. ¿Cómo explicas esta típica situación para la ratificación de la revolución permanente?



Era correcto decir en las décadas de los setenta y ochenta que en Sudáfrica los objetivos democráticos – una persona, un voto, etc. – eran demandas revolucionarias en el contexto del apartheid. Sólo se podían alcanzar mediante la aplicación de la teoría de la revolución permanente, una revolución socialista. La clase trabajadora negra, si se movilizaba en torno a un programa revolucionario mediante un levantamiento, aplastaría al régimen de apartheid, concedería derechos democráticos y pasaría a abordar a las tareas de la revolución socialista, no sólo en Sudáfrica, sino en todo el continente africano. Ésa era una valoración correcta de esta teoría, pero se trata, una vez más, de una cuestión del cambio de circunstancias en los factores políticos mundiales. En el pasado, el régimen sudafricano había renunciado a rendirse ante la presión del imperialismo. Harold Macmillan, el ex primer ministro británico, pronunció su famoso discurso sobre los “vientos de cambio” en Ciudad del Cabo en 1959. Esto fue un aviso a los regímenes de la minoría blanca de que tendrían que ceder y retirarse a la vista de una masiva resistencia africana ante ellos.



Pero se negaron a hacer caso del consejo de Macmillan y se dispusieron a atarse los machos. Introdujeron más medidas discriminatorias y dictatoriales contra las masas africanas negras, los ‘coloureds’ (mestizos) y sus simpatizantes entre la población blanca. Esto significaba que el ANC se vería forzado, bajo la presión, a liderar la revolución o a escindirse en el proceso y dar lugar a un ala revolucionaria. Ésa era la perspectiva general que nosotros planteábamos. De hecho, se produjo un debate general en nuestras filas por aquel entonces cuando alguien de nuestra organización sudafricana defendió que podría darse una reforma democrática desde arriba por parte de alguien como Buthelezi, que recibiría el poder de la élite capitalista blanca, y que abriría las puertas a una forma de capitalismo truncado, estrangulado, con un rostro negro a su cabeza. En realidad, el poder permanecería en las manos de los blancos. Descartamos esa posibilidad en los años setenta y ochenta.



Pero se produjeron grandes cambios de fondo en los ochenta, y esos cambios llevaron al colapso del estalinismo y al abandono de la fraseología revolucionaria o incluso cuasi-revolucionaria por parte del estalinismo. Por ejemplo, el estalinismo ruso de los años sesenta apoyó a Cuba, sin lo cual el régimen cubano no habría durado más de algunos meses. Dependía del petróleo de Rusia. En el caso posterior de Nicaragua, sin embargo, ejercieron conscientemente presión sobre los sandinistas para que no rompieran con el capitalismo, y lo mismo hizo Castro. Lo mismo ocurrió en Ghana con Rawlings. La aceptación de los resultados de una revolución, como con Cuba, por parte de los estados estalinistas era un lujo muy caro que ya no estaban preparados a permitirse.



También se hizo evidente en la década de los ochenta, por parte de un sector de la burocracia, de un movimiento de retorno al capitalismo. Con el derrumbamiento de la Unión Soviética, aquellas tendencias se magnificaron. Mandela y el ala burguesa del ANC se fueron hacia la derecha. El Congreso de los Sindicatos Sudafricanos (COSATU) había surgido como un sindicato revolucionario – amandla! (poder) – y nosotros colaboramos en su formación. Era una amenaza revolucionaria. Podríamos dar muchos ejemplos de trabajadores africanos hablando sobre la revolución, sobre la necesidad de ‘matar’ a los líderes sindicales que no estaban preparados para respaldar la revolución. Ésa era la reacción natural de los trabajadores africanos en la clandestinidad, especialmente en la minería. Era una lucha hasta el final. Era socialismo y la revolución; era el caso especialmente de la gente joven.


Pero la situación cambió con el colapso del estalinismo y el reconocimiento por parte del régimen blanco liderado por De Klerk de que podrían abrirse desde arriba y tal vez convenir un pacto de poder con el ANC. Los intereses económicos fundamentales del capitalismo no se verían amenazados debido al giro a la derecha de la cúpula del ANC bajo la presión del colapso del estalinismo y también la liberación de Mandela. Mandela tuvo largas conversaciones antes de ser liberado, en las que, obviamente, se le allanó el terreno para que desempeñara este papel. En realidad, para traicionar a la revolución.

África

Bob Labi: “Creo que hay algo más. La revolución permanente implica un análisis de por qué estos países, especialmente en África y partes de Asia y Latinoamérica, no están desarrollados. ¿Por qué en partes de África la sociedad está, de hecho, yendo hacia atrás? ¿Por qué los movimientos que han existido y evolucionado, tanto los movimientos obreros en algunos países como incluso algunos de los movimientos nacionalistas burgueses, han fracasado en la consecución de los objetivos? Esto se puede explicar en términos de las condiciones objetivas que hacen necesaria la revolución permanente, y también por el hecho de que las diferentes organizaciones no hayan conseguido tener ningún tipo de programa para llevar a cabo la revolución. En vez de esto, proponen distintas versiones de la ‘teoría de las etapas’.



“Bien, no sólo es una cuestión del programa que es necesario; también es el análisis que explica por qué los países no se desarrollan. Podemos dar el ejemplo de Nigeria. ¿Por qué Nigeria, un país de unos 120-130 millones de personas, con una cantidad ingente de recursos naturales y riqueza, no se está desarrollando y, en realidad, va para atrás? Se puede explicar por el control del imperialismo y también la debilidad del capitalismo local. ¿Cómo se rompe con eso? En un país como Nigeria, existe una clase obrera potencialmente poderosa, pero no ha sido capaz de alcanzar sus objetivos.

“Como hemos estado diciendo, las condiciones cambian constantemente. En los años noventa, con el desarrollo de los Tigres Asiáticos, se produjo un debate en diferentes países del mundo neocolonial: ¿podrían convertirse en tigres también ellos? Hasta cierto punto, la crisis de finales de los noventa puso fin a ese debate. Pero ahora, con el desarrollo de China y, en cierta medida, de India, la cuestión que se plantean algunos países es la de si podrían seguir el camino chino. Es una nueva versión de la discusión sobre los Tigres Asiáticos. ¿Es posible que un país africano se desarrolle como China? Éste es un debate que ahora está teniendo lugar en India. ¿Se puede desarrollar India del mismo modo que lo ha hecho China? Son cosas que tenemos que considerar, y no estamos cerrando los ojos a los acontecimientos que están teniendo lugar, sino viendo lo dependientes que son de las evoluciones de la economía mundial y también de la relación de fuerzas entre las distintas potencias imperialistas.



“En África, que es un caso especial, la cuestión de China no siempre es atractiva, sino que puede ser lo contrario en algunos sectores de las masas. En Nigeria hay una creciente explosión de ira contra China, que se ve como un país que viene y se lleva los recursos. Al mismo tiempo, están cerrándose empresas africanas locales como resultado de la competencia desde China. También se da un componente racial que descubrí cuando estuve en Nigeria el año pasado. Los trabajadores creen que los patrones chinos son peores que los occidentales porque son más brutales. Me sorprendió la hostilidad, no sólo de los miembros del CIT, sino de muchos otros trabajadores, hacia los patrones chinos. Consideraban que eran mucho peores que los europeos, porque los europeos, al menos, reconocen los sindicatos simbólicos. Los chinos ni se molestan; si los trabajadores luchan, mandan inmediatamente a la policía.”



La revolución permanente puede ser ratificada por efecto con la victoria de la clase trabajadora en Rusia, pero también por defecto con el fracaso de las revoluciones: en China, entre 1925 y 27, y, en otras circunstancias, en el mundo neocolonial. Pero incluso en Sudáfrica, lo que vimos como resultado de que la clase trabajadora no aplicara conscientemente la revolución permanente mediante sus organizaciones, fue el aborto de un régimen. Tenemos una sociedad en la que algunos elementos de apartheid siguen existiendo en la discriminación, la vivienda, las divisiones incluso entre sectores de las masas africanas y mestizas. Sudáfrica experimentó una revolución descarrilada.

Conocimos a camaradas sudafricanos en los años ochenta, que charlaron con nosotros en nuestra sede de Londres – revolucionarios que participaban en las luchas del sindicato de mineros. Una de estos, Irene Charnley, es ahora una de las mujeres negras más ricas de Sudáfrica gracias a las oportunidades que se abrieron para una élite africana negra. Gente como Cyril Ramaphosa, un ex dirigente del sindicato de mineros y ahora un rico empresario, tiene copias de libros de Trotsky que le facilitaron miembros de nuestro partido cuando habían sido radicalizados por la revolución. Pero en la nueva situación que se abrió con la liberación de Mandela, se movieron a la derecha. Mandela estuvo siempre más en la derecha del ANC que en la izquierda. Esta gente, como resultado del “poder negro” para una élite, no para las masas, proporcionaron entonces cobertura al mismo sistema predominantemente capitalista en Sudáfrica. No obstante, el impulso y el potencial revolucionario están ahí, entre la clase obrera, y volverán a desatarse.

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